Y es
que mi reparto mañanero de los pedidos de “Amigos ecológicos de Pedro, si el de
Badajoz, Extremadura, España” había terminado, así que, como siempre que podía,
fui a buscar a mi hija pequeña al colegio. Todo normal…por un lado padres y
madres desfilando movidos por un interés común (evitar morir atropellados por
esos cabrones que, montados en su coche y con el claxon permanentemente
pulsado, aceleran a fondo en cuanto tienen un metro libre), por otro, motos y
coches movidos también por un interés común (evitar atropellar a esos cabrones
de padres y madres que todos los días homenajean a Fraga y al grito de “la
calle es mía” cruzan por donde les sale de los mismísimos), por buscar algo
raro quizás el sol lucía con un poco más de fuerza que días pasados, pero lejos
de molestar se agradecía mucho pues sus rayos, después de una fría mañana,
ayudaban a templar la piel evitando “cortes de cutis” innecesarios. Compré el
pan, saludé a caras conocidas de verdad y a otras que solo lo son por la rutina
y entré.
Ruido
de niños…¡mucho ruido de muchos niños!
Me vio
a lo lejos y como siempre nos sonreímos, mantuve mi mirada fija en ella
mientras se acercaba, mirada de asombro un día mas por su facilidad de
encontrar huecos imposibles en esa maraña de niños y adultos. Cuando por fin la
distancia que nos separaba desapareció, nos dimos primero un beso, después la
mano y salimos de allí rumbo a casa.
Recorridos
los metros suficientes para dar tiempo a que los encabritados decibelios se
relajaran y disminuyeran su intensidad, le pregunté (como siempre hago) y ella
me contestó (como solo ella sabe hacer)
- “¿Qué
tal el cole hoy?”.
- “Muy bien papi”.
Tras
estas dos frases apareció el silencio, un silencio que parece programado por
ella, que apenas dura unos pasos y cuya única razón de ser quizás sea la de
permitirme tomar aire para afrontar con garantías el tema del día,
- “Papi,
¿sabes?, hay días que me gustan mucho las clases de lengua y de ciencias”.
- “¿Ah
si?, me alegro mucho hija, ¿Qué pasa, que hoy te han gustado mucho?”
- “Pues
la verdad que si”.
- “¿Y
que estás dando en lengua que te ha gustado tanto?”.
Sin
despeinarse, sin titubear ni lo mas mínimo, hablando con una naturalidad como
si de las Monster High estuviera
hablando con una amiga, como si en toda su vida no hubiera dicho otra cosa…
¡¡¡zas!!!
(onomatopeya de lo que sentí y que me puso en guardia)
- “Si
hija, las onomatopeyas son divertidas de aprender”.
Se me
quedó mirando, complacida por darle la razón y a la vez expectante…¡¡estaba
esperando la pregunta sobre la clase de ciencias!!.
¿Qué
por qué me acobarde?, joder,
pues porque después de escuchar la soltura con que dijo onomatopeya me dio
miedo de hacer el ridículo si sacaba el tema de los neutrinos y eso.
Fin del
relato… (onomatopeya de un suspiro)… fin de esos paseos.
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